A veces no es el amor lo que duele… es el vacío que deja quien no supo quedarse.

Este poema es para todas esas mujeres que ofrecieron su alma en taza grande, y recibieron respuestas tibias, a destiempo.
Para quienes aprendieron que la ausencia también enseña, y que a veces perder a alguien es el primer paso para encontrarse.

💌 Si alguna vez te despediste sin cerrar la puerta, si lloraste con una canción tonta de fondo, o si te descubriste más fuerte después de un adiós inesperado… este poema es para ti.Porque a veces, quien se va no rompe tu mundo: solo lo libera.
Y tú, amiga, estás hecha para florecer, no para mendigar migajas emocionales.

No, tranquilo.
Hoy no vengo con drama.
No hay reclamos, ni monólogos de telenovela en la cocina a las 2 a.m.
Tampoco pienso pintarte de villano con brochazos de despecho.

Vengo a darte las gracias.
Sí, así como lo lees: gracias por irte.
Gracias por no quedarte…
aunque tu salida haya sido justo cuando más necesitaba que alguien me dijera: “Aquí estoy, sin dudas ni medias tintas”.

Porque resulta que, al no quedarte, me encontré.
Y en vez de seguir esperando ese mensaje que nunca llegó,
escribí mi propia historia,
con lágrimas que a veces rimaban y carcajadas que sonaban como victoria.

Descubrí que el amor propio no se mendiga,
se construye, ladrillo a ladrillo, con cada “yo puedo sin ti”.

Tú, que no supiste leer el mapa de mi alma,
te perdiste en la primera curva de honestidad.

Me confundiste con una estación de paso,
cuando en realidad, era el destino final de alguien que sí supiera amar sin susto.

Te ofrecí café caliente, escucha activa y paz mental,
pero tú…
preferiste emociones de microondas:
rápidas, superficiales y sin nutrientes.

Te incomodó que mirara más allá de tus palabras disfrazadas.
Te asustó mi forma de amar sin Photoshop ni filtros bonitos,
esa valentía de querer con la luz prendida.

Y sí, te lloré. Te lloré con la intensidad de quien siente de verdad.
Hubo música triste, domingos sin ganas y alguna que otra madrugada hablando sola.
Pero no me rompí.
Solo me desordené un poco,
como quien vuelve a casa y encuentra la toalla mojada en la cama.
Molesto, pero no grave.

No te culpo.
Quizás diste lo mejor que sabías dar.
Quizás nunca supiste quedarte, ni contigo mismo.

Hoy, no te espero.
No repaso tus mensajes.
Ya no vivo en el “y si…” ni en el “quizás cuando madure”.

Ahora me río.
De tu ego con fobia a los domingos compartidos.
De las películas que me quedé viendo sola
(y resultaron mejores que tu promesa de verla juntos).

Porque entendí que quien no puede amar con palabras claras,
mejor que ame en silencio, o que no ame.

Gracias, de verdad.
Por no quedarte a medias.
Por dejar espacio.
Porque en ese vacío, construí una catedral con mi nombre.

Y así, perdiéndome,
Me encontré completa.

🫶 ¿Te sentiste identificada? Cuéntamelo en los comentarios, y comparte esto con alguien que necesite un recordatorio amoroso.