Una historia común contada desde la conciencia
Hace unos años, puse un límite.
No fue desde la rabia, ni desde el rencor. Fue desde el cuidado. Desde esa intuición que nos avisa que seguir como estamos ya no es sano.
La otra persona se quedó en silencio unos segundos… y luego me dijo:
“Bueno… cada quien da lo que tiene en su corazón.”
Y aunque esa frase suena tierna, se sintió como una piedra envuelta en una flor.
Algo dentro de mí se estremeció.
Me fui a casa repitiendo esas palabras como un eco.
No porque me aliviara, sino porque sentí que algo no cerraba.
Y después de mucho procesar, comprendí:
Esa frase, dicha así, sin revisar lo que estaba pasando, no era un acto de amor. Era una forma elegante de no mirar lo que se había roto.
Hay frases que aprendimos a repetir para no enfrentar lo que duele.
Frases que tapan, que justifican, que nos dejan bien parados… aunque por dentro estemos evitando la verdad.
“Cada quien da lo que tiene en su corazón” puede ser compasiva, sí.
Pero también puede ser usada para no asumir responsabilidad, para no pedir perdón, para no revisar lo que se da y lo que se deja de dar.
En muchos espacios de espiritualidad (y también de autoayuda), esta frase se usa como mantra emocional.
Y el problema no es la frase en sí… sino el lugar emocional desde donde se dice.
Porque si no hay conciencia, no hay transformación.
Y si no hay revisión, hay repetición.
Lo veo a menudo:
Personas que lastiman, se ausentan, manipulan o desconectan… y luego se escudan en:
🟣 “Yo actúo desde el amor.”
🟣 “Eso es lo que tengo para dar.”
🟣 “Dios conoce mi corazón.”
Y ahí es donde el lenguaje espiritual pierde su alma y se convierte en discurso vacío.
Porque el verdadero amor no desconecta de la responsabilidad emocional.
Y “dar lo que uno tiene” no es excusa si lo que se da causa daño.
🌿 La espiritualidad auténtica no se esconde en frases.
No niega el conflicto, no fuerza el perdón, no tapa el dolor con brillo.
Decir “eso es lo que tengo para dar” puede ser un punto de partida sincero.
Pero no puede ser el punto final. Si lo que das duele, toca mirar hacia adentro.
No para culparte, sino para comprenderte.
No para justificarte, sino para crecer. El poner límites no es falta de espiritualidad.
Es un acto de amor hacia mí misma.
Y también entiendo que la compasión no es callar lo que duele, sino ver con profundidad lo que está pasando.
Incluso cuando eso nos incomoda.A veces, el alma necesita dejar de repetir frases bonitas y empezar a vivir verdades incómodas.
Porque desde ahí, desde esa honestidad, es que empieza la verdadera transformación.
🌸 ¿Te ha pasado algo parecido?
¿Has escuchado esta frase cuando tratabas de cuidar tu bienestar?
¿La has dicho tú alguna vez sin darte cuenta del efecto que generó?
Te leo.
Con empatía, sin juicio, desde el alma despierta.