Verdades Desnudas: El Precio de la Autenticidad en un Mundo de Espejismos

¿Y si la verdad no fuera esa joya preciada que todos dicen buscar, sino una piedra incómoda en el zapato del alma?
Nos pasamos la vida diciendo que valoramos la sinceridad, que no hay nada como una relación honesta, limpia, sin filtros. Pero a la primera señal de transparencia incómoda, muchos prefieren salir por la puerta de emergencia emocional. Con el mismo entusiasmo con el que aplauden una frase motivacional en Instagram… desaparecen cuando la honestidad les salpica de cerca.

Confieso que todavía me desconcierta ver cómo algunas personas retroceden ante una verdad dicha con respeto, como si hubieran abierto una caja de Pandora cuando solo ofreciste una postal de tu alma. ¿No era eso lo que querían? ¿No habíamos quedado en que podíamos ser nosotros mismos, sin maquillaje ni poses?

Parece que sí… pero no tanto.
“Sé tú, pero no demasiado.”
“Exprésate, pero sin incomodarme.”
“Dime la verdad, pero solo si no me hace pensar en la mía.”
Una amistad con cláusulas pequeñas, como esos contratos que nunca lees hasta que ya es tarde.

«Quien huye de tu verdad, quizá nunca caminó contigo, solo iba en la misma dirección un rato.»

Entonces uno se pregunta: ¿de qué estaba hecha esa conexión que no soportó una verdad dicha sin escándalo, sin intención de herir? ¿Era amor genuino o solo una buena puesta en escena? Porque cuando la verdad desinfla un vínculo, ¿no será que el vínculo ya venía lleno de aire prestado?

No, no hablo de andar repartiendo verdades como si fueran ladrillazos emocionales —aunque a veces el instinto lo pida a gritos—. Hablo de esa necesidad vital de no fragmentarse para encajar, de no andar con disfraces prestados para sostener relaciones que se derrumban al primer viento de autenticidad.

Y sí, a veces duele. A veces cuesta. Porque una verdad dicha con el corazón puede dejarte más solo que una mentira bien contada. Pero también depura. Limpia. Filtra. Te deja rodeado de quienes sí, de verdad, valoran el alma que traes, con todas sus verdades incluidas.

Así que si alguna vez tu autenticidad hizo temblar un vínculo, no te culpes. Quizá solo ayudaste a que cayera una careta que ya pedía descanso.
Y recuerda: quien se asusta de tu verdad, difícilmente está preparado para acompañarte en tu evolución.

¿Te ha pasado? ¿Alguna vez dijiste una verdad que incomodó más que mil mentiras? Cuéntamelo en los comentarios. Aquí, nadie será juzgado por ser real.

Ninoska

«La escritura no es solo un refugio.
Es un acto de resistencia silenciosa.
Una forma de respirar cuando el mundo aprieta el pecho.
Una grieta luminosa en medio de la sombra más densa»


Ninoska.

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