¿Alguna vez has sentido que lo que dices se malinterpreta? ¿Que tus intenciones, por más puras que sean, terminan generando más ruido que armonía? No es fácil. No es justo. Y, muchas veces, no es tu culpa. Cuando no encajas en el molde, no sueles pensar: “el mundo está sordo”. No. Piensas que tú estás rota.
Como si hubieras venido con una falla de fábrica, una etiqueta invisible que dice “frágil, rara o demasiado”.
Y entonces, lo que era sensibilidad se vuelve carga. Lo que era honestidad se vuelve amenaza. Lo que era autenticidad se vuelve incomodidad para los demás.
Pero ¿y si el mundo no está preparado para la manera en que tú ves la vida?
¿Y si tu forma de ser no es un error, sino una forma diferente de verdad?
No estás rota. Estás calibrada de otra manera.
A veces, solo estás hecha de una sensibilidad que no se ajusta al volumen del ruido colectivo.
Y eso incomoda. Porque cuando no bailas al ritmo de todos, te conviertes en el espejo donde muchos no quieren verse.
Pero eso no es tu problema.
Tu forma de hablar, de sentir, de cuestionar, de mirar el mundo con otros lentes… es valiosa.
Y si a veces el mundo no te escucha, no es porque hables mal.
Es porque no están sintonizados con la melodía que llevas dentro.
No te arregles para encajar. No te apagues para que otros brillen.
No te conviertas en eco para ser aceptada.
🎧 Porque a veces, lo que llamas “no encajar” es simplemente estar tocando una nota más profunda.
Y créeme, el mundo necesita más personas que desafinen de forma auténtica, que no repitan lo mismo de siempre, que no vivan de decoraciones vacías. Necesita de ti, tal como eres.