El Silencio Que Dejó Mamá Está Lleno de Amor

Mamá Carmen partió un día sin avisar,
como mariposa que al alba se eleva,
silenciosa y suave,
con la mirada en paz
y el corazón rendido a la luz.

Desde entonces, la casa guarda otro silencio,
uno que no duele… pero aprieta,
que no grita… pero pesa,
como si cada rincón supiera
que algo falta, que alguien ya no está.

El plato de flores azules que tanto le gustaba
sigue en la mesa,
como si esperara su toque, su comida hecha con amor,
o ese gesto suyo de dar gracias
aunque hubiera poco.

Su abrigo rosado —el que le llego de Chile—
aún cuelga en el perchero,
y todavía tiene ese perfume tibio, con
mezcla de ternura y dulzura.
Cada vez que lo veo,
ella vuelve a abrazarme sin brazos.

Las frazada que doblaba con tanto cuidado
sigue como ella la dejó,
con ese calor que no se va,
ese orden que era su manera de cuidarnos
sin hacer ruido.

Y sobre la repisa,
su Virgen de Fátima vela en silencio.
Ella le hablaba bajito por las noches,
como quien entrega el alma
y también las penas de todos.

Dicen que se fue al cielo,
pero yo elijo creer que está de viaje,
en un sitio sin dolores, ni relojes,
donde el amor se transforma,
y las madres aprenden a volar sin alas.

Porque a veces la siento.
En la brisa que me acaricia sin razón.
En el rayo de sol que entra justo cuando lloro.
En esa estrella que parpadea sobre mi techo
y me dice, sin decir:
“Sigo aquí, mis hijos… les envío la bendición.”

Ninoska

«La escritura no es solo un refugio.
Es un acto de resistencia silenciosa.
Una forma de respirar cuando el mundo aprieta el pecho.
Una grieta luminosa en medio de la sombra más densa»


Ninoska.

Enlaces sociales


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *