Hay ausencias que no se llenan con tiempo ni con silencio. Solo con palabras que nacen del alma, y tal vez con la certeza de que el amor verdadero nunca desaparece del todo. Esta reflexión nace de esos regresos solitarios a una casa que alguna vez fue abrigo, y que ahora es un espejo de lo que fuimos.
Regresar a casa alguna vez fue un acto simple: abrir la puerta, oler el café, escuchar la risa de mamá desde la cocina, la voz de papá diciendo mi nombre. Hoy, en cambio, es un ejercicio de memoria. Entro, y todo está igual… pero ya nada lo está.
La casa no ha cambiado de forma, pero ha perdido su latido. Los muebles siguen en su sitio, las fotos aún sonríen desde las paredes. Sin embargo, hay un silencio denso, tan lleno de ausencias que cuesta respirar.
Uno no se prepara para este tipo de soledad. No se entrena para vivir en un lugar donde alguna vez fuimos hijos y ahora solo somos eco.
Te sientas en el sofá y por un segundo crees que mamá entrará a ofrecerte café, o que papá aparecerá con ese comentario que siempre desarmaba cualquier tristeza.
Pero no.
Solo estás tú. Y los recuerdos.
Fieles. Intensos. Insoportablemente hermosos.
A veces cierro los ojos y escucho sus voces en mi mente. Me pregunto si eso es locura o amor. Supongo que es ambas cosas.
Dicen que el hogar es donde habita el corazón. Pero, ¿qué pasa cuando quienes formaban tu hogar ya no están?
Quizás entonces el hogar se convierte en altar.
Un lugar sagrado donde cada rincón guarda una historia, un gesto, un abrazo que ya no se da, pero que aún se siente.
Hoy entiendo que volver a casa ya no es volver a un lugar.
Es volver a una ausencia.
Una que me habla bajito, que me acompaña, que a veces me duele y otras me sostiene.
Y aunque duela, sigo volviendo.
Porque hay un amor que no necesita cuerpo para seguir vivo.
Y en ese amor, mis padres siguen siendo hogar.
Gracias por leerme. Si estás atravesando un duelo similar, te abrazo con estas palabras. A veces escribir es la única forma de seguir diciendo «te extraño» cuando ya no hay oído que escuche, pero sí alma que sienta. Nos seguimos encontrando aquí, en este espacio donde los recuerdos también respiran.
Deja una respuesta