Vivimos en un mundo que, muchas veces, nos quiere etiquetar: “demasiado brillante”, “demasiado apagado”, “demasiado fuerte”, “demasiado débil”. Nos enseñan a elegir un color, una máscara, una versión de nosotros mismos para mostrar al mundo. Pero, ¿y si te dijera que la verdadera magia está en el equilibrio entre esos extremos? Que lo perfecto no siempre es lo que brilla sin cesar, ni lo oscuro lo que se oculta. Hay algo en el medio, en la mezcla de luces y sombras, que nos define y nos permite ser quienes realmente somos.
Hoy quiero hablarte de ese espacio, el que no está ni en el rosa ni en el gris, sino en todo lo que eres. La combinación de lo que has vivido, lo que eres ahora y lo que eliges ser cada día. Porque ser tú no es negar ninguna parte de ti, sino entender que ambas existen, y aprender a caminar con ambas. En este texto quiero invitarte a reflexionar sobre el equilibrio que todos tenemos dentro, ese que permite que seamos completos, humanos y, sobre todo, auténticos.
No todo tiene que ser perfecto, ni todo tiene que ser caos.
Hay un espacio entre el blanco y el negro donde te encuentras,
donde ni el brillo cegador ni la sombra sofocante pueden alcanzarte.
Ahí, en el medio, en el justo punto donde el alma respira.
Porque ser tú no se trata de mostrar solo lo brillante ni esconder lo oscuro.
Es entender que ambos existen dentro de ti,
que cada parte tiene su propósito, su razón.
El rosa no es sinónimo de inocencia, ni el gris de derrota,
pero el equilibrio entre los dos es lo que te permite caminar.
A veces la vida nos quiere meter en etiquetas,
en categorías cómodas que se ajusten al molde del mundo.
Pero tú… tú no eres molde.
Eres la forma que eliges ser,
a tu propio ritmo, a tu propia paz,
sin prisas, sin presiones.
Lo bueno de ser tú, es que ni te niegas al rosa, ni te escondes del gris.
Los abrazas, los entiendes, y sabes cuándo caminar con uno y cuándo con el otro.
Porque sabes que ni uno ni otro define tu totalidad.
Eres mucho más que esos colores. Eres la mezcla de cada paso que das,
de cada acierto, de cada error, de cada elección.
Y al final, no es cuestión de ser todo lo que el mundo espera,
sino de ser, simplemente, todo lo que tú eres,
en tu forma más auténtica.
Eso, solo eso, es lo que importa.
Con cariño del bueno,
quien te recuerda en tu equilibrio más pleno.